jueves, 21 de marzo de 2024

In memoriam de “El gañán enmascarado”

Estaba buscando información sobre diversos aspectos culturales de La Mancha, cuando me apareció en Internet un recorte de prensa en donde daban cuenta del fallecimiento, en marzo de 2020, de Pedro Salinas Moreno. Puede que mucha gente no lo conozca, sobre todo más allá de esta Comunidad Autónoma o de los aficionados al cómic, pero un buen día, en el año 2013, yo sí que le dediqué una entrada en mi blog “Palabras inefables”.
 
Pero vayamos por partes. Pedro Salinas (que no el poeta) fue un gran dibujante que puso al pueblo manchego de Tomelloso (Ciudad Real) en los anales de la historia del cómic. Tuvo la osadía de crear un superhéroe manchego, rural, de los nuestros, para combatir tanta tontería como hay en el mundo. A ese héroe le llamó “El gañán enmascarado”, el cual, a base de garrotazos hacía entrar en razón todo aquél que se lo merecía.
 
Para los urbanitas, que quizás desconozcan qué es eso de un “gañán”, les remito al “Diccionario Daimieleño – Español” (Vicente Fisac, Amazon) que comparte con Pedro Salinas el sentido del humor y define “gañan” como: “Especie autóctona de La Mancha, que se identifica por su blusón a rayas negras y grises, faja, boina, pañuelo con cuatro nudos en la cabeza, pantalón de pana, albarcas, celtas cortos y –posiblemente, porque el pudor impide mostrarlo- calzoncillos largos; conduce una bicicleta con trasportín para llevar las cepas y la azada; es persona noble, que disfruta tomando chatos de vino en el bar, aunque su aspecto y maneras son toscas”. Pero también el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) nos da su definición: “Mozo de labranza, hombre fuerte y rudo”. Y para quien no lo sepa, en las casas de labranza solía haber uno o varios gañanes y se dividían en varias categorías: mayoral, ayudador y zagales (mayor, segundo, tercero, etc.).
 
Pues bien, de entre todos los gañanes surgió de la imaginación de Pedro Salinas uno con superpoderes y una garrota implacable con la que impartía justicia para deleite y disfrute de los lectores. Pero…
 
…hay una historia que muy pocos conocen porque los poderosos lo ocultan. Y yo te la voy a  revelar:
 
¿Conoces al humorista manchego José Mota? Seguro que sí, porque todas las Navidades se asoma a las pantallas de nuestro televisor, al igual que podemos verlo en muchos otros programas de la televisión y también participa como invitado en otros muchos programas e incluso hace películas. Seguro que también conoces a muchos de sus personajes, Bartolo, la vieja del visillo, etc. y entre ellos quizás recuerdes a uno que se llamaba “El Tío la vara”, el cual impartía justicia en los campos de La Mancha arreando varazos en los costillares de los que hacían ostentación de tontería, de esa tontería tan actual que nos impone la “Agenda 2030” de la mano de políticos y de sus secuaces los “medios de manipulación”. Por eso daba gusto ver al “Tío la Vara” quitando tanta tontería a base de varazos. Pero después de una temporada de éxito, su creador, José Mota, decidió que muriera a manos de “El capitán Fanegas” y todos los seguidores de “El Tío la vara” nos quedamos muy tristes al ver que ya nadie nos defendería de tanta tontería como nos quieren imponer.
 
Ahora que has leído esto ¿no encuentras mucha semejanza entre “El gañán enmascarado” y “El Tío la vara”? Claro que la hay, como que son calcados, aunque uno sea personaje de cómic y otro personaje televisivo. La pregunta es ¿quién copió a quién? Y la respuesta es que el famosísimo José Mota copió a Pedro Salinas y le calcó el personaje.
 
El propio Pedro Salinas llevó esto hasta los Tribunales de Justicia y al cabo de un tiempo, acabaron dándole la razón. Por su parte, José Mota, para no tener que reconocer que suprimía su personaje por haberlo copiado, decidió darle muerte como ya hemos comentado.
 
Así que ya veis cómo en ocasiones, David vence a Goliat, y en este caso, un sencillo humorista y dibujante de Tomelloso hace valer sus derechos ante otro colega superpoderoso. Por todo ello, a las numerosas hazañas de “El gañán enmascarado·” hay que añadir que también fue capaz de derrotar al famosísimo “Tío la vara”. Nuestro “Gañán enmascarado” sigue imponiendo la ley en Tomelloso city y quien no le escuche, oirá el crujir de su garrota sobre sus costillares. Ni siquiera “El Tío la Vara” pudo con él.
 
Y así lo dejo escrito para que conste en los anales de la historia del cómic.
 
PD.- Ahora, tras la muerte de su autor, Pedro Salinas Moreno, ya no habrá más aventuras de “El gañán enmascarado”, pero aquellos que deseen conocer a este superhéroe, genuinamente español y manchego, pueden pedir a su librería habitual que le busque cualquiera de sus libros publicados. “El gañán enmascarado” y Pedro Salinas Moreno seguirán vivos en nuestro recuerdo.
 

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martes, 19 de marzo de 2024

Dejar de fumar es muy fácil

Dejar de fumar, dejar esta droga adictiva que te va quitando poco a poco el dinero, la salud, la calidad de vida e incluso la vida, es muy difícil; para eso las compañías tabaqueras añaden sustancias adictivas, para engancharte y que no puedas dejarlo. Y es legal porque los Gobiernos recaudan un dineral (4 euros de cada 5 que cuesta una cajetilla son impuestos).
 
Así que os contaré cómo dejé de fumar hace ya muchos años, por si os sirve de ayuda…
 
Como todos los jóvenes comencé a fumar porque eso era “de mayores” y todos los jóvenes quieren ser mayores. Además, veías en todas las películas cómo tus héroes favoritos fumaban y tú querías ser como ellos. Fumando te dabas importancia, te creías más mayor y más importante, te veías reforzado socialmente porque casi todo el mundo fumaba y era una costumbre social que tras el saludo y el apretón de manos entre dos conocidos lo que venía a continuación era la frase “¿un cigarrillo?”. Hasta era de  buena educación fumar y ofrecer tabaco.
 
Como le pasa a todos los que empiezan a fumar, el primer cigarrillo supo a rayos y dio tos y hasta arcadas y mareo, pero había que superar ese mal rato porque querías llegar a ser esa persona importante, ese héroe de película. Cuando al cabo de varios cigarrillos aquello ya empezaba a gustarte y empezabas a disfrutarlo… ya era tarde, estabas enganchado, te habías vuelto un adicto.
 
Me gustaba jugar al fútbol y un buen día me di cuenta que me fatigaba más de la cuenta. “¿Será por fumar?” me pregunté. Así que decidí hacer una prueba: El día anterior a los partidos me lo pasaba sin fumar. Y comprobé cómo me encontraba mejor físicamente y podía correr sin cansarme tanto. Decidí dejar de fumar, disfrutar del fútbol a tope… pero era muy difícil, como mucho aguantaba el día antes o dos días antes del partido sin fumar, pero no más.
 
Entonces comencé a analizar las verdaderas causas por las que yo había empezado a fumar, y que eran esas que ya he explicado antes: “ser mayor, sentirme importante, ver reforzada  mi vida social…”. Y entonces me pregunté: “¿Pero qué clase de individuo soy? ¿Es que acaso no tengo suficiente personalidad como para sentirme igual de importante sin necesidad de los cigarrillos? Decir ‘no´ cuando te ofrecen tabaco es la prueba más clara de que tienes una personalidad fuerte, de que decides por ti mismo y eres capaz de llevar la contraria”.
 
Y me di cuenta –por fin- que yo no tenía por qué valerme del tabaco para ser yo mismo, me di cuenta que tenía la suficiente personalidad como para decir “no” y hacer lo que me diese la gana. Porque el camino de la adicción al tabaco es muy sibilino. Comienzas fumando por placer, y cada vez que enciendes un cigarrillo lo disfrutas. Pero al cabo de un tiempo aquello cambia; no fumas por el placer que da fumar, sino que fumas porque te encuentras mal si no lo haces.
 
Afortunadamente supe retirarme a tiempo. Supe decir “no” a tiempo y demostrar que mi personalidad era lo suficientemente fuerte como para no necesitar ese cigarrillo entre los dedos, ni ese aceptar y ofrecer un cigarrillo a todo el mundo. Pero ¿te crees que fue fácil dejarlo? No. A pesar de mi convencimiento sólo lograba estar unos pocos días sin fumar y al cabo de un tiempo volvía a hacerlo, hasta que un buen día cogí una buena gripe y en tales circunstancias no apetecía fumar, así que me dije que aquella era la ocasión ideal para el adiós definitivo. Y así fue, tras una semana de gripe y sin fumar, pero con el convencimiento firme de que era yo el que tomaba las riendas de mi vida y que ya no la manejarían ni las tabaqueras, ni su publicidad, ni los amigos ni conocidos que seguían fumando, pude vencer la adicción y dejar de fumar a los 25 años (había empezado a los 17). Ahora tengo 75 años y subo las cuestas sin cansarme ni asfixiarme, y todas las semanas juego al tenis y corro de un lado a otro de la pista sin cansarme. Te aseguro que de haber seguido fumando no estaría así.
 
Espero que estas líneas sirvan de ayuda a alguien, que le haga despertar, que se atreva a dar un puñetazo en la mesa y decir –como hice yo en su día- “tengo la suficiente personalidad como para decidir por mí mismo y decir `no´ cuando me dé la gana”. Dicho de otra forma: Dejar de fumar es muy fácil, sólo necesitas tener suficiente personalidad para decidir por ti mismo sobre tu propia vida.
 

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lunes, 18 de marzo de 2024

El ultrasentido

Realidad, sueños, anhelos... Para Miguel la vida era un puzzle compuesto por miles de estas tres piezas y él era incapaz de distinguir cuáles correspondían a un sueño, a un anhelo o a la realidad; era como esas piezas de los puzzles donde solo se ve el color del cielo y por lo tanto no sabes en qué lugar exacto colocarlas.
 
Por las mañanas, nada más levantarse, se ponía a escribir lo que había soñado (¿o era quizás lo que había vivido y lo que ahora empezaba era un sueño?) y algunas veces también lo hacía por la tarde o por la noche. Solía acompañarse de una música melódica que ponía en su tocadiscos y recurría también a veces a un cigarrillo que deleitaba con parsimonia –aun a sabiendas que el tabaco no es bueno para la salud- y un cuba libre o un vodka con limón. Al adormecer así un poco sus sentidos externos, dejaba salir con mayor facilidad sus sentidos internos.
 
Un día, escribió esto...

EL ULTRASENTIDO 

“Niña ¡qué atrás se ha quedado el tiempo! ¿Recuerdas? No, ya no recuerdas nada. Los días vacíos han borrado tus entrañas. Un chalet en las afueras, un suelo verde con baldosas blancas, unos árboles pequeños, una piscina dormida. Es la tarde, y al más leve movimiento, surge el sudor. El aire adormece.
- ¿Te gusta? – te pregunto.
- ...Sí... – respondes tímida y sonríes.
 
Allí sentados, fuera del tiempo, te enseñaba poesía.
- ¿Qué es? – preguntaste.
- Es sentir, es la vida.
- No lo comprendo del todo; esto no tiene metro ni rima.
- ¿La tiene la vida acaso? No, ¿verdad? Por eso mi verso es como la vida: libre, sin reglas, siguiendo un ritmo, escrito al impulso de mis venas. ¿Lo ves ahora un poco mejor?
- Un poco.
- Esto es más que un papel con signos. Es profundo y hondo, con un relieve palpable al ultrasentido. Tócalo.
Así tu mano, por primera vez, rozó con temor e intriga esos signos. Te estremeciste un poco.
- Esto vibra – dijiste trémula.
- Es que quiere sentir tus dedos y decirte muchas cosas.
Y tu mano siguió el camino y, a veces, rozó la mía.
- Ha despertado tu ultrasentido –te dije.
 
Entusiasmada, como estabas, no detuviste tu camino. Me alegraba verte así, dominados tus instintos. Estabas abierta, tus músculos habían sido dormidos por tu mente. Quizás en aquellos instantes no funcionaba el reloj. El “¡Párate, oh, Sol!” de antaño lo habíamos logrado sin saberlo.
- Es maravilloso sentir algo que no vemos. Palpar ideas y sentirlas en toda su plenitud. Has logrado algo grande –me dijiste.
- Me alegran tus palabras, pero aún más el que las sientas. Todo ha de ser así, como tú has dicho: Palpar los sentimientos. ¿Comprendes ahora el por qué de estos versos? ¿Comprendes ahora su balanceo?
- Sí, lo siento – me respondiste.
 
La tarde, con su lenta monotonía, fue desgranándose y difuminando de rojo el cielo. Una voz te llamó y te perdiste. ¿No recuerdas aquella tarde? ¿Por qué no vuelves? ¿Acaso volvió a dormirse, ausente de mis manos, el ultrasentido que en una tarde perdida hice renacer? ¿Dónde se ha dormido tu esperanza? ¿Dónde se olvidaron tus recuerdos?
 
Niña, ¡qué atrás se ha quedado el tiempo!”.


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domingo, 17 de marzo de 2024

Historia de un reloj...

Unos lo llaman “caprichos del destino”, otros ·casualidades”, otros ni siquiera saben cómo llamarlo porque se quedan mudos de asombro. Son esos pequeños detalles que de cuando en cuando sacuden nuestra adormecida percepción del mundo, como si nos estuviesen gritando: “¡Hay algo más ahí fuera!”.
 
Mucho revuelo ha causado la última canción de los Beatles, una canción que se ha grabado recuperando la voz de uno de los fallecidos (John) y los acordes de otro de los fallecidos (George), añadiendo nuevas pistas de música y la voz de los dos que quedan vivos (Paul y Ringo).
 
Quizás ya conoces detalles sobre este acontecimiento discográfico e incluso es posible que hayas escuchado (y disfrutado) con esta canción titulada “Now and then” y que –por cierto- ha sido un nuevo Nº 1 para este grupo musical que cambió no sólo la música sino también –en cierta medida- el mundo.
 
Lo que posiblemente no conozcas es la historia que hay detrás de este reloj (ver foto) que ilustra la contraportada de la edición de la canción en soporte de vinilo, tal como antes eran los discos, en aquellos gloriosos tiempos…
 
Esta es la desconcertante historia de un reloj…
 
Cuenta Olivia Harrison que hace 25 años estaba paseando con su marido (George) y este se sintió de inmediato atraído por un reloj (el de la foto) e inmediatamente lo compró. Después lo colocó en el jardín de su casa y allí permaneció 24 años hasta que hace un año –ya fallecido George- Olivia lo limpió y lo trasladó al salón y lo colocó sobre la repisa de la chimenea.
 
Hace unos meses, Paul llamó a Olivia y le dijo que habían conseguido recuperar la voz de John de un viejo casete y se podía utilizar para editarla de nuevo, reuniendo así a los cuatro Beatles aunque dos de ellos ya hubieran fallecido. Esa canción –como ya he dicho- se llamaba “Now and then” y en ese preciso instante, en que Olivia estaba hablando con Paul, ella estaba en el salón de su casa mirando aquél reloj que instintivamente compró George y que llevaba escritas esas mismas palabras, las del título de la canción: “Now and then”.
 
Por si tenían alguna duda sobre si George hubiera estado de acuerdo o no en que se recuperase el material grabado de los dos fallecidos para editar un nuevo disco, en aquél momento quedaron disipadas. “A George le parece bien”, respondió Olivia.
 
El resto de la historia ya lo conoces, la canción se ha editado en CD y en vinilo, y en la contraportada del disco de vinilo se ha incluido esta foto.
 
Cosas como esta nos suceden a todos de vez en cuando y no hay explicación posible… salvo que alguien desde el más allá esté bromeando con nosotros para ver si somos capaces de despertar y comprender que hay algo más que este mundo físico que tocamos.
 

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sábado, 16 de marzo de 2024

El hombre de las sombras

La bloguera Neus B.G. escribió un relato (la primera parte que ofrezco a continuación) y me pidió que lo continuase (la segunda parte). Así puedes ver cómo dos escritores que no se conocen son capaces de construir historias como si de un único escritor se tratase…
 
Primera parte (Neus BG): EL HOMBRE DE LAS SOMBRAS
 
Una taza humeante de café que descansaba olvidada encima de la pequeña mesa contigua, desprendía un aroma embriagador, su humo danzaba hacia el techo hasta desvanecerse antes de llegar a él como si nunca hubiera existido. Sentado junto a la ventana, observó por un instante el cristal sin poder distinguir apenas las borrosas siluetas de los transeúntes que corrían por el callejón acurrucados,  para protegerse de la lluvia y el frío. La lluvia de aquella tarde, como si de un artista inspirado se tratase, había pintado en el cristal formas abstractas, compuestas por miles de finas líneas y gotas haciendo casi imposible adivinar que había al otro lado. Como cada invierno, los “expertos” del lugar afirmaban rotundamente que ese estaba siendo el invierno más frío de las últimas décadas, pero a él apenas le importaba. La camarera se le acercó tímidamente, casi con miedo. Él sabía perfectamente que su aspecto no era lo que se solía esperar de un hombre de su edad, una larga gabardina que siempre llevaba con el cuello levantado y un sombrero que había encontrado perdido en la calle años atrás, ocultaban su viejo y arrugado rostro. Su mirada se perdió de nuevo, tras el grueso libro que siempre lo acompañaba, y con el que intentaba evadirse del mundo que le rodeaba, un mundo que no lo entendía ni pretendía que lo hicieran.
 
Levantó la mirada y la camarera seguía allí, con voz temblorosa le informó que ya era hora de cerrar, y al mirar a su alrededor descubrió que era el único cliente que quedaba en la cafetería. Con un gesto caballeroso se quitó levemente el sombrero como señal de disculpa, dejando por un momento a la vista sus desenmarañados rizos, de los que apenas quedaba el recuerdo esa hermosa cabellera que en su día había sido la envidia, de todos sus amigos. Con poca facilidad se levantó y casi arrastrando su viejo cuerpo se adentró por los callejones del centro de la ciudad.
 
La oscuridad y la tranquilidad de la noche prácticamente se habían adueñado de las calles de la ciudad. Los pocos ciudadanos que quedaban, se dirigían a sus tranquilos y apacibles hogares para apurar los últimos minutos del día con sus seres queridos, antes de caer en el más profundo de los sueños. Y él, un hombre perdido en entre las sombras de la noche, deambulaba por la ciudad sin rumbo concreto. Las farolas desprendían una luz tenue y alargaban las sombras de los árboles de un modo casi espectral, sin pensarlo demasiado y guiado por su inconsciente, se  adentró en un parque. Ya hacía rato que había dejado de llover, pero el aroma de la tierra mojada aún reinaba en el ambiente, los pequeños riachuelos seguían danzando entre los árboles y la tierra se hundía bajo sus pies a cada uno de sus pasos.
 
Las noches tenían una esencia especial, casi mágica. Con ella llegaba una tranquilidad y una calma que durante el día eran casi imposibles de encontrar. Al llegar a un pequeño claro se arrodilló en la tierra y se recostó boca arriba sobre la tierra aún mojada, para admirar la grandeza del universo. Le gustaba contar estrellas, esas pequeñas motitas de luz que adornaban el negro cielo. Parecía casi imposible pensar que quizás, algunas de aquellas estrellas que él estaba viendo, ya hacía mucho tiempo que habían dejado de existir. Pero que sin embargo se encontraban tan lejos, que aún nos estaba llegando su luz.
 
Una sonrisa triste iluminó su rostro al pensar en lo que le contaba su padre cuando era niño, que como las estrellas, en la vida, las personas, mientras quede alguien  que nos recuerde y nuestra luz siga brillando en sus corazones y sus recuerdos, realmente nunca llegaremos a morir. Y estaba seguro que su padre no se equivocaba, pues mientras la luz de su padre siguiera brillando en su corazón ese padre tan maravilloso jamás llegaría a morir.
 
-oOo-
 
Segunda parte (Vicente Fisac): SOMBRA SOBRE EL ASFALTO
 
Allí seguía, tumbado en el parque, sobre la tierra aún húmeda por la reciente lluvia, sin importarle que su gabardina se manchara de barro y con la vista y el pensamiento perdidos en las estrellas que cada vez ocupaban más espacio en el cielo conforme las nubes se alejaban. Ya habían pasado muchos años y ahora él era tan viejo como ese padre al que recordaba con cariño. Se tocó el rostro y se cercioró de los surcos que la edad le había dejado como cicatrices del paso de los años. Se llevó la mano a la cabeza y comprobó cómo de su antigua hermosa y tupida cabellera sólo quedaban ahora unos pequeños recuerdos. Miró de nuevo al cielo y en el silencio de la noche fue capaz de escuchar los latidos de su propio corazón: le decían que él estaba vivo, que su alma era joven e inmadura, que él seguía siendo un niño por mucho que su cuerpo hubiera envejecido... mas no había allí nadie que le confirmaran lo que había de cierto o errado en sus pensamientos.
 
Se levantó lentamente y regresó a su casa. La lluvia era pasado pero el suelo encharcado le recordaba que todo lo que había sentido y vivido aquella tarde era real. Pasó de nuevo por la cafetería que ya estaba cerrada y creyó ver en el cristal del escaparate el reflejo tímido y amable de la camarera que le había atendido... pero solo fue el reflejo de alguien que pasó a su lado.
 
Se detuvo a la luz de una farola y sin poder reprimirlo sacó de su bolsillo un sobre alargado y extrajo el papel que había en su interior. Lo leyó aunque ya se lo sabía de memoria y no entendía ni la mitad de las cosas que allí ponía, aunque sí la conclusión final: ya estaba cerca de su final, así lo reflejaban los análisis médicos.
 
Sintió que todo le daba igual. ¿Para qué? ¡Si no tenía a nadie! Estaba solo. Su mujer había muerto hacía ya unos cuantos años y no tenía ningún familiar cercano, al menos ninguno que estuviese próximo a su corazón. ¿A quién le iba a importar que muriera? Nadie lo iba a extrañar. Nadie lo echaría de menos. Nadie lo recordaría.
 
Guardó el papel en el sobre y siguió caminando hacia su casa. Al llegar al portal sacó las llaves mientras su imagen se reflejaba ahora en el cristal de la puerta. Se veía allí, con su larga gabardina que, entre el cuello subido y el sombrero inclinado hacia delante apenas dejaba vislumbrar su rostro. Pero entonces sintió algo que le hizo estremecer: ¡Esa imagen que acababa de contemplar en el cristal de su portal le resultaba extrañamente familiar! Era algo así como verse a sí mismo desde el exterior, como un espectador de sí mismo. Pero tampoco era eso. Algo se encendió en su interior y le hizo retroceder unos pasos. Junto al portal de su casa había una librería en la que solía abastecerse de lectura. Se acercó a su escaparate y miró con detenimiento los libros que se exponían para la venta. Y entonces surgió la sorpresa: allí había un libro que se titulaba “El hombre de las sombras”, de una tal Neus B.G. ¡Pero la fotografía que aparecía en la portada, la figura de un hombre con una larga gabardina con el cuello subido y un sombrero tapándole el rostro, mientras caminaba bajo la lluvia, eran él mismo, eran él mismo aquella misma noche!!!
 
Fue entonces cuando sintió que ya no estaría sólo, que cuando se hubiese ido de este mundo, habría muchas personas que le recordarían y mantendrían viva su memoria: todos los lectores de aquél libro.
 

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