Daimiel (Ciudad Real, España). Año 1859. Eran tiempos de
inestabilidad política. El general Leopoldo O’Donnell había fundado un nuevo
partido, la Unión Liberal que, aun habiendo salido del ala derecha del progresismo
se le consideraba un partido de centro con el que intentaba evitar la lucha de
los partidos tradicionales. En diciembre de ese año abrieron las Cortes en
donde el nuevo partido obtuvo una mayoría aplastante; los progresistas se
quedaron con solo 21 escaños, algunos menos los conservadores y tan solo una
representación testimonial los absolutistas. O’Donnell convirtió España en una
dictadura de centro aun cuando se conservasen las formas parlamentarias.
El 22 de octubre España declaró la guerra a Marruecos por
un “quítame allá esos escudos”. Los escudos de España labrados en los pilones
fronterizos fueron destruidos, primero uno y, tras exigir disculpas y
reposición de los mismos, la respuesta recibida fue la destrucción de otro.
Ante el ultimátum lanzado, Marruecos dio unas respuestas ambiguas y poco
satisfactorias por lo que el parlamento español aprobó la declaración de guerra
a la que, curiosamente, todos (sociedad civil y militar, políticos y pueblo
llano) respondieron con inusitado entusiasmo. Los militares querían
satisfacción por aquella afrenta y los civiles soñaban con los beneficios que
podrían reportar unas nuevas tierras conquistadas. Ejército y población miraban
complacidos aquellos acontecimientos sin reparar en el coste humano (más de 70.000
bajas) que cayeron... pero no por las balas enemigas sino que la mayoría de
aquellas bajas sucumbieron abatidas por el cólera.
Y si la campaña de Marruecos fue desastrosa, más aún lo
fue la de Conchinchina (el sur del actual Vietnam), ya que en ese mismo año
España renunció a cualquier reivindicación territorial y no fue capaz de
obtener ninguna ventaja comercial en los tratados de Saigón y Hué.
A nivel industrial, la aplicación del vapor a la
navegación y a la industria llevó al Gobierno a replantearse la utilización del
carbón mineral que hasta entonces tenía muy poca demanda siendo su extracción y
transporte muy caros, tanto como para que resultase más barata su importación
(fundamentalmente procedente del Reino Unido) a pesar de los altos aranceles. Sin
embargo las nuevas medidas adoptadas por
el Gobierno consiguieron dar impulso a esta industria que, en aquellos momentos
contaba con 497 yacimientos carboníferos que producían 198.000 toneladas,
aunque extraída la mayor parte de las mismas de sólo 15 de esos yacimientos. Se
trataba de una ley sumamente liberal ya que daba toda clase de facilidades a
los prospectores y explotadores de minas, y partía de la distinción entre suelo
y subsuelo, siendo la superficie de propiedad particular mientras que el subsuelo
quedaba bajo el dominio del Estado.
Y en medio de tantos desastres asomaba tímidamente la luz
de la poesía, aunque lo hacía tan solo en Cataluña, en donde aquél año
volvieron a instaurarse los Juegos Florales para estimular el renacimiento de
la lengua y cultura catalanas dando voz y relieve a los poetas.
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