jueves, 23 de noviembre de 2023

Raíces (1)

Daimiel (Ciudad Real, España). Año 1859. Eran tiempos de inestabilidad política. El general Leopoldo O’Donnell había fundado un nuevo partido, la Unión Liberal que, aun habiendo salido del ala derecha del progresismo se le consideraba un partido de centro con el que intentaba evitar la lucha de los partidos tradicionales. En diciembre de ese año abrieron las Cortes en donde el nuevo partido obtuvo una mayoría aplastante; los progresistas se quedaron con solo 21 escaños, algunos menos los conservadores y tan solo una representación testimonial los absolutistas. O’Donnell convirtió España en una dictadura de centro aun cuando se conservasen las formas parlamentarias.
 
El 22 de octubre España declaró la guerra a Marruecos por un “quítame allá esos escudos”. Los escudos de España labrados en los pilones fronterizos fueron destruidos, primero uno y, tras exigir disculpas y reposición de los mismos, la respuesta recibida fue la destrucción de otro. Ante el ultimátum lanzado, Marruecos dio unas respuestas ambiguas y poco satisfactorias por lo que el parlamento español aprobó la declaración de guerra a la que, curiosamente, todos (sociedad civil y militar, políticos y pueblo llano) respondieron con inusitado entusiasmo. Los militares querían satisfacción por aquella afrenta y los civiles soñaban con los beneficios que podrían reportar unas nuevas tierras conquistadas. Ejército y población miraban complacidos aquellos acontecimientos sin reparar en el coste humano (más de 70.000 bajas) que cayeron... pero no por las balas enemigas sino que la mayoría de aquellas bajas sucumbieron abatidas por el cólera.
 
Y si la campaña de Marruecos fue desastrosa, más aún lo fue la de Conchinchina (el sur del actual Vietnam), ya que en ese mismo año España renunció a cualquier reivindicación territorial y no fue capaz de obtener ninguna ventaja comercial en los tratados de Saigón y Hué.
 
A nivel industrial, la aplicación del vapor a la navegación y a la industria llevó al Gobierno a replantearse la utilización del carbón mineral que hasta entonces tenía muy poca demanda siendo su extracción y transporte muy caros, tanto como para que resultase más barata su importación (fundamentalmente procedente del Reino Unido) a pesar de los altos aranceles. Sin embargo las  nuevas medidas adoptadas por el Gobierno consiguieron dar impulso a esta industria que, en aquellos momentos contaba con 497 yacimientos carboníferos que producían 198.000 toneladas, aunque extraída la mayor parte de las mismas de sólo 15 de esos yacimientos. Se trataba de una ley sumamente liberal ya que daba toda clase de facilidades a los prospectores y explotadores de minas, y partía de la distinción entre suelo y subsuelo, siendo la superficie de propiedad particular mientras que el subsuelo quedaba bajo el dominio del Estado.
 
Y en medio de tantos desastres asomaba tímidamente la luz de la poesía, aunque lo hacía tan solo en Cataluña, en donde aquél año volvieron a instaurarse los Juegos Florales para estimular el renacimiento de la lengua y cultura catalanas dando voz y relieve a los poetas.
 

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