domingo, 18 de septiembre de 2022

El rey que tenía los dedos como morcillas

Así pasará probablemente a la historia Carlos III, el nuevo rey de Inglaterra. No lo hará por la simpatía que despierta en la población, ni por sus dotes de gobierno con firmeza y moderación, ni por el respeto y admiración profesada por sus súbditos… los hará –en tono jocoso- por tener los dedos como morcillas, porque a las personas a las que no se admira, ni quiere, ni respeta, se le ponen motes y se hacen chistes a su costa.
 
No debiera nadie mofarse de una enfermedad como la que padece Carlos III que –aunque nadie ha hablado de ella- salta a la vista que padece insuficiencia circulatoria y retención de líquidos en las manos… y no se sabe si también en piernas y pies porque estos no se le ven.
 
Pero un rey que nada más tomar posesión de su cargo, la primera decisión que toma es despedir a los 100 empleados que tenía en su mansión porque como se traslada al Palacio Real ya no los necesita porque allí le ponen otros (que serán bastantes más de 100, por supuesto); que ni siquiera ha tenido hacia esos empleados el más mínimo gesto de agradecimiento, incluso por su esfuerzo y horas extras dedicadas en el proceso de transición en la corona. Este rey no ha esperado ni a que se cumpla el luto, simplemente ha ordenado: “¡Fired!” (¡”Despedidos!”).
 
Cuentan que posiblemente la pluma que le dieron para firmar y que le manchó de tinta fue puesta allí a propósito por alguien que quería mostrarle así su “afecto y agradecimiento”. Hubiera intencionalidad o simple casualidad, el hecho cierto es que su reinado ha comenzado con despidos, malos modos, enfados, caras de disgusto, frases inapropiadas como “¡cómo odio esto!”. ¿Es que acaso no sabe aun lo que supone ser rey? ¿No ha tenido suficiente con 73 años de espera y preparación?
 
Por eso, son muchos los medios de comunicación y tertulias de ciudadanos los que hablan de sus “excentricidades”: obligar a que le planchen cada día los cordones de los zapatos, que el tapón de la bañera y la toalla estén siempre colocados de una manera concreta, que le pongan la pasta en el cepillo de dientes y en una cantidad exacta de 2,5 cm., que la bañera se la llenen hasta que haya exactamente 18 cm. hasta el borde, etc. etc. y… no, para colmo, siempre que viaja tienen que enviar un camión con su cama, con su váter, con su papel higiénico favorito (no vale ninguna otra marca), y con otros muchos muebles y enseres personales, los cuales deben llegar un día antes para que todo esté preparado a su llegada.
 
No sería de extrañar que pasase a la historia como “el rey con los dedos de morcilla” o con cualquier otro mote, antes que como un soberano que se ganó la admiración, simpatía y respeto de todos los ciudadanos.
 


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