Los grandes premios automovilísticos no son cosa reciente
sino que se remontan a los primeros años del automovilismo. Pero de aquellas
carreras pioneras, pocas resultaron tan catastróficas como la carrera
automovilística París – Madrid celebrada en mayo de 1903.
Nada hacía presagiar el rosario de desastres que se
sucederían cuando en la ciudad francesa de Agen se dio la salida ante 20.000
espectadores. Carrera multitudinaria no solo por la expectación despertada sino
también por el número de participantes: 314 inscritos.
Entre los favoritos figuraban Marcel Renault y su hermano
Luis, recientes ganadores de la prueba París – Viena; Gabriel y Vescender,
vencedores en Niza; Henry Fournier, vencedor en la París – Berlín; un hijo del
barón Forest… y entre tantos participantes también hubo representación española:
Abadal, Rizo y Calisalvo.
Los primeros en quedar fuera de juego fueron los españoles,
que ni siquiera llegaron a tomar la salida. Quien sí iba muy bien preparado era
Marcel Renault (en la imagen) con un coche (Renault, por supuesto), de 30
caballos, cuatro cilindros y 650 kilos de peso. Pero de nada le sirvió; un
fatal accidente acabó con su vida… aunque no con las esperanzas de victoria:
“Mi otro hijo continuará la carrera”, dijo su madre.
Según se sucedían los kilómetros de recorrido, se sucedían igualmente los accidentes y las muertes, en total 9 muertes, 14 heridos graves y numerosos heridos leves. Repasemos algunos: El coche de Portel se incendió en Bunneral y su mecánico murió carbonizado; el mecánico de Tournaud murió en Angulema al evitar el atropello de un niño, pero tan fatal maniobra se llevó la vida de un ciclista; el mecánico de Lorraine Barrow murió atropellado contra un árbol; en un paso a nivel perecieron Stead y su mecánico… Tal fue la sangría de muertes y despropósitos que el Gobierno francés ordenó suspender la carrera.
Así fue cómo en 1903 la carrera automovilística París –
Madrid fue la primera y última que se celebró, y ningún madrileño pudo ver
jamás entrar victorioso en la meta al ganador.
Según se sucedían los kilómetros de recorrido, se sucedían igualmente los accidentes y las muertes, en total 9 muertes, 14 heridos graves y numerosos heridos leves. Repasemos algunos: El coche de Portel se incendió en Bunneral y su mecánico murió carbonizado; el mecánico de Tournaud murió en Angulema al evitar el atropello de un niño, pero tan fatal maniobra se llevó la vida de un ciclista; el mecánico de Lorraine Barrow murió atropellado contra un árbol; en un paso a nivel perecieron Stead y su mecánico… Tal fue la sangría de muertes y despropósitos que el Gobierno francés ordenó suspender la carrera.
Lo importante no es ganar, ni competir… lo importante es
sonreír.
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