miércoles, 21 de septiembre de 2022

Más medicina preventiva (cambiar hábitos) y menos sobrediagnóstico

“El siglo XX ha sido muy potente en el progreso tecnológico de la medicina, pero ahora los beneficios de las novedades son muy pequeños y el coste es enorme. Por ejemplo, muchas intervenciones quirúrgicas han triplicado su duración respecto a las de los años noventa, por robotizarse. Por tanto, el número de quirófanos necesarios aumenta. El robot hace la cirugía mucho más complicada, mucho más cara, mucho más prolongada, y los resultados no son mejores que sin robot. Pero los industriales quieren vender sus inventos, y los políticos y los ciudadanos se dejan deslumbrar. Así es el tecnoutopismo”.
 
Son palabras del Dr. Antonio Sitges-Serra, con más de 40 años de experiencia ejerciendo la cirugía y la investigación, y por cuya consulta han pasado miles de pacientes. De este “tecnoutopismo” nos pone otro ejemplo: “Un robot para operar próstatas supone un gasto inicial de un millón y medio, y unos mantenimientos anuales de más de 100.000 euros. Más el coste de enseñar a los médicos a usarlo. El gran problema de la sanidad es el incremento de los costes: el coste aumenta cada año, en gran parte porque se compran productos innecesarios, pero glamurosos”.
 
 Y a continuación nos habla de otro de los grandes “tecnoutopismos”: “La mal llamada 'prevención del cáncer de mama' es un ejemplo brutal. Yo digo que es mejor olvidarnos de las mamografías y dedicar esos recursos a poner más guarderías, para que las mujeres puedan parir antes. Influye más en que no mueras de cáncer de mama que adelantes la maternidad que 20 mamografías en 20 años. La medicina preventiva tiene que ver con cambiar hábitos sociales malos para la salud, y no con someter a todas las mujeres a escáneres gratuitos a partir de los 40 años”.
 
“A lo largo de la vida de una mujer –continúa-, entre los 40 y los 90 años, tiene un 10 por ciento de posibilidades de morir de cáncer de mama y un 90 por ciento de morirse de cualquier otra cosa. Es decir: la mamografía trata con una enfermedad de poca prevalencia. Eso para empezar, pero, además, se han hecho estudios comparados: mil mujeres mamografiadas y mil mujeres no mamografiadas. Pues bien: en un grupo se mueren cuatro, y en el otro se mueren cinco. Quien hace mamografías, dice entonces que ha muerto un 20 por ciento menos, pero esto es una trampa: una enferma de mil no justifica que a las otras 999 mujeres les hagas una mamografía al año. Pero hay más: de esas mil mujeres mamografiadas, 200 dan alguna vez el falso positivo. Es decir: que les tienen que repetir la mamografía o hacerles una biopsia. Finalmente, un 5 por ciento de estas mil mujeres mamografiadas sufrirá una masectomía improcedente. Así que es mejor para las mujeres que no les hagan mamografías”.
 
Por eso incide también en otro de los grandes problemas: la interpretación: “La lectura radiográfica de una mamografía o de cualquier otra cosa te exige experiencia. Si no la tienes, vas a levantar falsos positivos. Las máquinas siempre necesitan profesionales formados, y la innovación constante juega en detrimento de la curva de aprendizaje de los médicos, y por tanto en contra del paciente”.
 
Como hemos reflejado en esta serie de tres artículos con declaraciones del Dr. Antonio Sitges-Serra, para mejorar la salud lo que hay que hacer es cambiar hábitos en vez de recurrir a tantos medicamentos y revisiones con máquinas sofisticadas que sólo conducen al sobrediagnóstico ya  deteriorar la salud y la calidad de vida de los pacientes.
 
Por eso, este especialista, que se ha atrevido a publicar un libro titulado “Si puede, no vaya al médico”, sigue luchando contra los mayores males que afectan a nuestra salud: la hipocondría, la ultratecnificación y el sobrediagnóstico.
 


Una de esas biografías que vale la pena conocer:
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