Todos los medios de comunicación nos hablan
periódicamente de cuáles han sido los programas más vistos, de cuál ha sido el
“minuto de oro” del día, y en base a los datos que proporciona la empresa
Kantar Media a través de su red de “audímetros”, los anunciantes eligen en qué
canales de televisión y en qué programas poner su publicidad. Como se ve, son
una herramienta que debe manejarse con extrema responsabilidad, ya que de ella
depende el éxito o fracaso de todos los programas de televisión y la
subsistencia de los canales de televisión que –como se sabe- viven gracias a la
publicidad. Miles de puestos de trabajo dependen, pues, de lo que digan esos
informes basados en los datos que recogen los audímetros. Pero ¿qué son los
audímetros?
El audímetro (ver imagen) es un aparato que se conecta al
televisor y registra automáticamente los programas que se están viendo. El
poseedor del aparato lo único que tiene que hacer es indicar, a través de un
mando que le facilitan, qué personas están viendo la televisión en ese momento
(las censadas en el domicilio de las que se han dado a conocer previamente a la
empresa el sexo, edad, nivel cultural y económico; y los eventuales invitados,
de los que sólo se indica sexo y rango de edad). La compañía que se dedica a
esto elige de 3.600 a 4.000 hogares que sean representativos de la totalidad de
la población del país, y los datos obtenidos permiten conocer –por
extrapolación- cuáles han sido cada día los programas y canales de televisión
más vistos, por cuántas personas y por qué clase de audiencia.
Los hogares en donde se instala el audímetro no reciben
ninguna compensación económica por ello, sólo una serie de “puntos”
trimestrales que pueden ir acumulando y canjear después por regalos de un
catálogo (tostadoras, relojes, afeitadoras, sartenes, etc.). Además, están
obligados a guardar silencio y no publicar ni decir a nadie que tienen en su
casa un audímetro. Esto es perfectamente entendible: Si las cadenas de
televisión supiesen quiénes tienen esos aparatitos caerían en la tentación de
sobornarlos para que se apuntasen ellos y un montón de invitados a su cadena y
a sus programas y así atraer de forma engañosa más anunciantes,
haciéndoles creer que son la cadena y
los programas más vistos.
Los poseedores de los audímetros pueden darse de baja en
cualquier momento o continuar hasta un máximo de siete años, para que no
siempre sean los mismos hogares los que representen al total nacional.
Ahora bien, ¿has conocido alguna vez a alguien que tenga
un audímetro? ¿Existen en realidad o son una falacia para manipular datos de
audiencia? Yo estudié esto de los audímetros cuando hice la carrera de
Publicidad, pero más de 40 años después seguía sin haber visto ninguno y sin
conocer a nadie que lo tuviese; ni siquiera a alguien que conociese a alguien
que lo tuviese.
¿Conocéis la “Ley de los seis grados de separación”?: (http://es.wikipedia.org/wiki/Seis_grados_de_separaci%C3%B3n).
Esta Ley funciona. Compruébalo. Siempre encontrarás a
alguien que conozca a alguien que conozca a alguien… y antes de llegar a seis o
al llegar a seis, resultará que ese último conocido de conocido de conocido,
conocerá a cualquier presidente de gobierno… o a la mismísima Scarlet Johansson
(que siempre resulta más gratificante).
Yo también llegué a dudar de la existencia real de los
audímetros… hasta hace siete años en que me ofrecieron instalar uno en mi
hogar. Ahora puedo decirlo, porque ya han pasado esos siete años y ya se lo han
llevado; por lo tanto puedo dar fe de su existencia y de que es cierto que los
poseedores de estos aparatitos indican –mediante un sencillo mando a distancia-
qué personas están viendo la televisión y ya el resto del sistema se ocupa de
relacionarlo con el programa que se esté viendo, durante cuánto tiempo, etc.
Ahora entiendo por qué los datos de audiencia que
proporcionan estos audímetros son reverenciados de forma sumisa por todas las
televisiones y todos los anunciantes, y creen a pies juntillas los resultados
que ofrece. Nadie osa poner en duda sus resultados, aunque jamás hayan conocido
a nadie que haya conocido a nadie que haya conocido a nadie que haya tenido en
su casa un audímetro.
Tras mi experiencia de siete años con un audímetro, me
siento orgulloso de haber contribuido a dar audiencia a los programas y canales
de televisión que más me gustaban, y de haber restado audiencia a la
telebasura, que nunca ha tenido cabida en nuestro hogar. La única duda que me
queda es saber si ese aparatito pasará ahora a un hogar similar al mío o caerá
en manos de algún adicto a la telebasura.
Y para terminar, entiendo que no procede revelar en qué
hogares están instalados los audímetros, pero sí esclarecería mucho conocer
cuál es su distribución geográfica y por niveles sociales. Dicen que 4.000 e
incluso 3.000 son más que suficientes para obtener datos estadísticamente
fiables… pero esto es así si la muestra está repartida en base a unos criterios
acertados y esto último no lo sabemos. Creyendo en lo que no vemos (los
aparatitos) y creyendo en lo que no conocemos (ninguna familia ni nadie que
tenga o conozca a alguien que tenga un audímetro), podemos hacer un acto de fe
supremo y deducir que sí existen los audímetros. Sin embargo, ¿podemos afirmar
que su distribución se ha hecho tan bien que sus resultados representen al
total nacional? ¿Podemos afirmar que no hay ningún sesgo ni manipulación
intencionada en cuanto a los resultados que nos ofrecen? Mientras no sean de
dominio público los datos generales (no los personales) de la muestra en la que
se basan, yo seguiré creyendo en los extraterrestres, pero no del todo en los
resultados de audiencia de esa voz “infalible” que dicen ser los “audímetros”.
Y eso que he tenido uno durante siete años y lo he manejado con responsabilidad.
Las entretenidas, sorprendentes e incluso educativas
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