Tras
mi reciente viaje a Portugal he podido comprobar (y disfrutar) de la vida tal
como era antes: “LIBRE”, cuando la gente podía pasear sin la obligatoriedad de
llevar puesto un bozal que no es otra cosa que una herramienta de los gobiernos
para tener atemorizada a la población (los virus, incluidos los coronavirus,
tienen un tamaño tan pequeño que pueden colarse perfectamente a través de estas
mascarillas, o sea, que no protegen de nada. Además, esos coronavirus no flotan
en el aire como el polen y por consiguiente no te pueden infectar si vas por la
calle o estás en cualquier local o medio de transporte, sólo te contagiarían en
el hipotético caso de que un contagiado te tosiese en la cara).
Cuando
salí de Madrid el bozal seguía siendo obligatorio en transporte público y
centros sanitarios incluidas las farmacias; sin embargo al llegar a Portugal
pude entrar libremente en las farmacias, viajar en autobús, metro y taxi sin
necesidad de llevar bozal. Aún podía verse por la calle alguna persona que la
llevaba (el miedo es difícil de erradicar) pero la inmensa mayoría disfrutaba
de la libertad. No como en España.
Un
libro muy atrevido: Te invita a pensar por ti mismo sin tratar de imponerte
ninguna idea.
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