martes, 20 de septiembre de 2022

Los médicos (y los pacientes) viven de espaldas a la muerte

El Dr. Antonio Sitges-Serra tiene una larga trayectoria de 40 años ejerciendo la cirugía y la investigación, y por su consulta han pasado miles de pacientes. Fruto de esa larga experiencia, reconoce que los médicos y los pacientes viven de espaladas a la muerte, se niegan a reconocer que todos tenemos que morir y se aferran a la tecnología y a todo tipo de medicamentos para tratar de evitar lo inevitable… lo cual da como resultado destrozar la calidad de vida del paciente a cambio de una esperanza ficticia de supervivencia.
 
“El tecnoutopismo –explica- nos exige vivir de espaldas a la muerte. Hablas con oncólogos y la muerte no existe. Para ellos, hay un fármaco, un TAC y un tumor. Y con eso van jugando hasta que la cosa explota. Pero tú no puedes decir que un paciente de ochenta y tantos años no debe ingresar nunca en la UCI, porque te llaman de todo. Sabemos que un enfermo de 85 años que pasa una semana en la UCI tiene un 70 por ciento de posibilidades de morirse en el hospital, y otro 30 por ciento de morirse durante el año siguiente. El margen coste-efectividad del tratamiento es nulo. Pero, como el sistema paga, esto no se valora en medicina pública”.
 
“No queremos morirnos –continúa-, ni tampoco queremos tener dolor, ni tristeza. Entonces se medicalizan la muerte, el dolor y la tristeza, y sale ganando la industria, no las personas. ¿Qué pasa cuando bajan el límite aceptable de colesterol en la sangre? Que tienes millones de enfermos que necesitarán millones de dosis de medicación. Por no hablar de esa otra cosa que hacen, que es inventar enfermedades. El 40 por ciento de medicamentos que se han demostrado mortales después de empezar a venderse tarda todavía dos años en ser retirado del mercado. ¿Por qué? Porque el desarrollo del fármaco ha sido caro, e intentan amortizarlo en los primeros años. La industria aprieta mucho porque sabe que o bien el medicamento va a acabar desvelando algún problema, o no es tan efectivo como se vende, o bien va a salir un competidor. ¿Cómo lo consiguen? Con propaganda, y convenciendo a médicos, a veces con métodos poco honestos. En la oncología, esto es muy normal. La oncología es una de las prácticas más corruptas de la medicina. La gran mayoría de oncólogos de cierto renombre cobran directamente de la industria farmacéutica, o a través de ensayos, o en especies, o a través de congresos. La oncología es una de las especialidades con más inversión de todo tipo”.
 
El Dr. Antonio Sitges-Serra critica la excesiva medicalización de la vida: “Convierten en enfermedad (con su fármaco correspondiente) la tristeza, el sexo, la nutrición, la regla, la menopausia, la fealdad, la estupidez... Todo lo humano es susceptible de tratamiento, y la industria amplía su mercado. Como dijo Huxley, la medicina avanza tanto que pronto estaremos todos enfermos”.
 
Y no le falta razón. “Esto es así porque hemos creado una sociedad hipermedicalizada e hipocondríaca. Mira: cuando preguntaron a Oriol Bohigas, el gran urbanista, cómo solucionaría el problema del tráfico en Barcelona, dijo: ‘Pues muy fácil, haciendo que las calles sean más estrechas. Esta paradoja también se puede aplicar a la medicina. Si tú vas generando necesidades, siempre vas a tener más demanda. Si ensanchas las carreteras, tendrás más coches”.
 
Un buen ejemplo de esto lo tenemos en las vacunas. “El calendario pediátrico de vacunas supone 45 dosis en seis años, yo digo: ¿estáis seguros? Porque a lo mejor estamos sometiendo el sistema inmune de estos chavales a un bombardeo que no sabemos en qué va a terminar. Porque una cosa es que vacunes de las enfermedades como la viruela, el tétanos, la tos ferina, difteria, poliomelitis, etcétera, y otra que empecemos a ampliar el mercado: que si la meningitis, que si el neumococo, que si el papiloma... Ahí nos estamos pasando. Hay vacunas que solo interesan a las farmacéuticas”.
 
Por eso quiere dejar bien claro que él no es ningún “antivacunas” y que ese debate entre partidarios de las vacunas y los llamados “antivacunas” o “negacionistas” le viene muy bien a la industria farmacéutica porque así quedan ellos del lado de la medicina, la salud y el progreso, y no dejan ver a los ciudadanos la “hipocondria social” en la que viven y alimentan a diario la prensa, los laboratorios farmacéuticos, los políticos e incluso los médicos y las sociedades científicas.
 
Mañana ofreceremos la tercera y última parte de las opiniones del Dr. Antonio Sitges-Serra, que nos deben hacer reflexionar sobre el equivocado rumbo que está tomando la Medicina y la sociedad actual.
 


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